martes, 6 de noviembre de 2018

La vida de Asterión (Gabriela Mantovani)


Intertextualidad con los cuentos leídos

Cuento: "La vida de Asterión"
(basado en "La casa de Asterión", de Jorge Luis Borges)

Asterión era un joven muchacho, de piel blanca, ojos color miel, pelo largo y castaño. No le gustaba usar ropa ajustada ya que sus gustos eran diferentes a los demás.
El joven vivía en una pequeña ciudad llamada 'Duravit', donde todos eran parecidos. No había persona que no se pareciera a los demás, en relación  con gustos de música, ropa y forma de vivir. Asterión  era la excepción a de todos ellos. Las personas de Duravit eran de pieles bronceadas, siempre con ropa ajustada, las mujeres con su cabello largo y los hombres con su cabello corto, siempre vistiendo prendas de marcar caras y nunca ropa de segunda mano.
En la escuela donde iba Asterión, siempre se burlaban de él, por ser tan diferente a toda la gente de esa ciudad, porque su piel no era de color bronceado como la de los demás y por saber hacer cosas que los demás no sabían. Una de ellas era tocar un viejo ukulele que le había dejado su difunto abuelo. Él amaba ese instrumento ya que era tan simple, tan delicado, tan hermoso. Su melodía lo relajaba de toda tormenta que pudiera estar pasando por su vida.
Su casa era de dos pisos, con grandes ventanales que siempre estaban cubiertos por oscuras cortinas que llegaban a rosar el frío suelo de esa casa. Tenía un gran patio trasero, lleno de grandes árboles, como si fuera un bosque donde uno se podría perder fácilmente. Esa era la parte favorita de Asterión, su bosque, en donde podía ser él mismo, sin que nadie lo juzgue, ni que nadie lo lastime ni lo moleste. Asterión, al ser una persona tan sola, tenía que buscar sus propias distracciones. Le gustaba correr por los pasillos de su gran casa vacía, dar vueltas hasta marearse y caer sobre el pasto. Le gustaba jugar a que lo busquen. A cualquier hora él podía jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y una tranquila respiración. A veces, cuando abría los ojos, el color del cielo se cambiaba y se tornaba de un color naranja. De tantos juegos que tenía, su favorito era el de el otro Asterión, fingía que iba a visitarlo y que él le mostraba su casa. Su parte favorita del recorrido era cuando le decía  “y ahora llegamos a mi patio”.
Sus vecinos creían que estaba loco, sus compañeros lo llamaban monstruo, le decían que él no encajaba en este mundo.

Asterión fue para su casa, se paró en frente del espejo de su baño, pero... él no veía a un joven,  veía un monstruo, un monstruo que no era ni lindo, ni tierno, ni simpático. Se veía como una bestia mística, con piernas como las de un toro, cabeza de toro, con una gran fuerza que nadie podría entender. Él era un minotauro, o por lo menos así se veía él. Cada vez que Asterión miraba su reflejo, lloraba, lloraba porque él quería ser aceptado como los demás, no quería ser mirado con los ojos de un monstruo.

Sus padres nunca lo quisieron, siempre lo trataron mal, nunca le dieron ese amor y cariño que debería recibir un niño. Ellos habían muerto en un accidente de autos cuando estaban volviendo a su casa de una gran fiesta. Asterión no se encontraba con ellos en ese accidente, ya que él estaba en su casa durmiendo. Por eso él siempre estuvo solo, nunca sintió el amor de alguna u otra persona.

Asterión se dirigía a su escuela cuando de repente escuchó un grito. Era uno de sus compañeros de escuela que como siempre gritaba para molestarlo y hacerlo sentir mal. 
-¡Eres tan raro, no entiendo porque sos tan diferente a los demás! Mirate, nadie te acepta, nadie te quiere. Estás solo en este mundo Asterión, y todo por ser diferente a los demás, das asco.
Asterión solo lo miró y llegó a responder:
-Está bien, lo siento.
Salió corriendo de ese lugar, con sus ojos llorosos, mientras escuchaba las risas despiadadas de todos los demás.
 Asterión, ese día, decidió no ir a la escuela, ya que sentía que su corazón estaba demasiado roto. Él solo se dirigió a su casa. Cuando llegó, fue a su baño y se miró en el espejo. Como siempre, Asterión solo veía su reflejo como un monstruo. Intentó mucho tiempo verse como una persona, pero no podía, no era lo suficientemente fuerte para hacerlo.
Asterión decidió irse de Duravit a un lugar muy lejos de todos, donde no haya nadie que lo pueda lastimar. Este lugar era casi un secreto, nadie sabía su ubicación, no sabían nada de ahí. En ese lugar había un gran laberinto donde él se podía quedar sin que nadie lo molestara. 
Empezó a sufrir una metamorfosis, sus piernas eran como las de un toro, empezó a crecerle pelaje por todo el cuerpo, unos enormes cuernos le salían de la cabeza.
En poco tiempo se empezó a transformase en minotauro, tal y como lo describían todos sus compañeros.

(Por Gabriela Mantovani, de 4°3°)

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