miércoles, 7 de noviembre de 2018

La puerta de Hadiv (Fabricio Melgarejo)

Cuento
La puerta de Hadiv

Ella recuerda ese dolor, no es algo que se pueda explicar con palabras, solo puede afirmar que sintió mucho frio, como si todo a su alrededor se congelara y miles de agujas de hielo atravesaran su cuerpo, luego sintió cómo su alma se escapaba de su cuerpo, pero no de la forma común, literalmente sintió cómo su alma era arrancada de su cuerpo, de sus huesos, de su carne, pero lo que no sintió en ningún momento fue miedo, aunque debería haberlo sentido, la situación en la que estaba era un tanto aterradora, no todos los días se ven brujos de hielo y, mucho menos, montados en esas horribles criaturas gigantes parecidas a los cíclopes pero más tontos y feos. 
Así fue como llego aquí, al mundo de los espíritus, un lugar agradable, aunque para ella sería más agradable si todas esas almas atrapadas en los muros dejaran de gritar cuando intenta dormir, son una de las causas de su insomnio, aunque la principal causa de eso es que está muerta y, bueno, los muertos no duermen.
El mundo de los espíritus es el lugar al que van las personas, o más bien sus almas, luego de su muerte. En este lugar no hay divisiones de raza ni género, puedes encontrar desde elfos rojos hasta seres de energía de otras dimensiones. Lo único que divide a las almas es el bien y el mal. 
Morgana solo llevaba un par de días en el reino de los espíritus y ya había recorrido casi todo el Bosque de los Cuatro Muertos en busca de Gliphagos, criaturas parecidas a las hadas pero con los ojos totalmente negros y manos más largas. Morgana había leído que los Gliphagos solo habitaban en el mundo de los espíritus y si hallabas uno, este te ayudaría a conseguir la llave de la Puerta de Hadiv, la puerta que conecta el mundo de los espíritus con mundo de los vivos, aunque cruzarla estaba prohibido y la muerte intentaría evitar su apertura. La Puerta de Hadiv era una puerta gigante ubicada en el centro del Bosque de los Cuatro Muertos. Se dice que muchos han logrado encontrar un Gliphago, evitar a la muerte y hallar la llave que abre la puerta, pero muy pocos han logrado sobrevivir luego de atravesarla. También son muchos los que han intentado pasar sin leer las inscripciones en los marcos de piedra tallada que dicen “Si un inmenso dolor y una noble muerte te trajo aquí, otra oportunidad tendrás para vivir. Si llegaste aquí de la cálida mano de la muerte, inmenso dolor es lo que sentirás”. Esto significaba que solo podrían pasar los que hayan sufrido una muerte dolorosa y haciendo el bien, en cambio, los que hayan muerto de una manera ordinaria, al intentar pasar la puerta, sufrirían de un dolor inimaginable.
Un nuevo día comenzaba, aunque como en el mundo de los espíritus no hay un sol. Un día comenzaba cuando el fénix azul renacía de sus cenizas y terminaba cuando este mismo se desintegraba, lo que tardaba un poco más de un día solar. 
Morgana se hallaba en el bosque cuando unas extrañas flores llamaron su atención. Era algo que ella nunca había visto: unas flores violetas con lunares amarillos que brillaban y despedían un olor parecido al de la tierra luego de ser atacada por una lluvia en verano, pero lo que más llamó la atención de Morgana era que la flor no salía de un tallo en la tierra, sino que brotaba del lomo de un unicornio petrificado gracias a la mirada de una medusa. Morgana estaba tan fascinada por lo que había visto que tardó unos minutos en percatarse de la mirada del niño de cabello blanco, orejas puntiagudas y ojos grises que estaba parado a su lado. –Es hermosa ¿no crees? – Dijo el niño mirando a hacia la flor con la expresión de un alma que ve morir a otra. Morgana se quedó callada unos segundos hasta que reaccionó. -¿Quién eres? - Preguntó. – Mi nombre es Thomas – Dijo el niño. – Soy un elfo blanco – Estaba más que claro cuál era la raza del niño, pero lo que Morgana no entendía era por qué un Elfo blanco tan joven estaba muerto. Los elfos blancos suelen vivir más de quinientos años y es prácticamente imposible matar a uno antes de los trecientos. Por más que Morgana insistía en saber cuál era la causa de la muerte del niño elfo, este no hacia más que quedarse en silencio y mirar fijamente a la flor. A Morgana se le ocurrió que tal vez si encontraba un Gliphago y llevaba al niño de vuelta a la tierra de los vivos, este le revelaría cómo fue que había muerto. 
Cuando estaba a punto de rendirse, gracias a la frustración que le causaba no encontrar alguna de estas criaturitas, vio una pequeña bola de fuego pasar a gran velocidad por detrás de unos arbustos. En ese momento recordó que una de las características de los Gliphagos era su flameante cabellera. Morgana corrió tras él hasta que lo alcanzó. 
– Lograste atraparme, niña, por eso te otorgaré la llave de Hadiv –dijo el pequeño ser y abrió una mano llameante de la cual surgió una llave de un color parecido al cobre. 
Luego de eso, el Gliphago convirtió en una bola de fuego y desapareció.
Morgana estaba muy feliz: por fin iba a poder volver al mundo de los vivos con su familia, pero lo más importante, o al menos lo que más le importaba a ella, era que iba a saber la causa de la muerte del niño elfo. Ambos se dirigieron a la puerta, introdujeron la llave y esperaron. La puerta emitió un destello amarillo y desapareció, en su lugar ahora había una bola de fuego gigante que tenían que atravesar. Morgana tomó al niño y saltaron al fuego, o tal vez eso hubieran hecho si el niño no hubiera lanzado a Morgana al suelo con la fuerza de un minotauro. 
Morgana no entendía lo que sucedía, no entendía por qué el niño había evitado que volvieran a la tierra de los vivos, no lo entendió hasta que el pequeño elfo cambio su forma dejando a la vista su verdadera identidad. La muerte había evitado que otra alma escapara del mundo de los espíritus.

(Por Fabricio Melgarejo, de 5°1°)

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