lunes, 15 de octubre de 2018

Conversaciones y perfumes baratos (Sara Cari)

Aguafuertes porteñas del siglo XXI

Conversaciones y perfumes baratos

El otro día, viajando en el tren, me crucé con dos señoras muy peculiares, y no me refiero a aspecto físico,  porque si hablamos de eso podría decir que ambas parecían dos ogros con demasiado maquillaje barato, puesto que intentaban cubrir sus pronunciadas arrugas e incluso una de ellas llevaba un nido en la cabeza y de lejos se podía ver el mal teñido. Estas señoras eran peculiares por su rara forma de hablar, pero no es que llevaran algún acento particular, es que hablaban tan mal de las personas que parecía que hasta quisieran su muerte. Si uno se ponía a escuchar bien, se oía cómo decían “porque fulanito le fue infiel a fulanita, si yo fuera ella ya lo habría matado” o “mi hija sale con ese vago que es un bueno para nada”; pero por favor señoras, esos temas son personales, cada quien elige que hacer con su desdichada vida.
Más allá de eso, me sorprendió cómo podían hablar de tantos temas variados sin marearse. A veces incluso parecía un trabalenguas o que estuviesen mezclando más de un idioma. Todo lo que decías o discutían acababa siempre de la misma manera: “Y bueno, si Dios lo quiere, así será”. Era como el dicho “todos los caminos conducen a Roma”.
Durante todo el viaje, que duró aproximadamente una hora y media, cada vez que alguien se paraba al lado se llevaba una mirada de desprecio como si esas dos fueran Medusa intentando convertir a cualquiera en piedra. Además, las dos iban sentadas en un vagón que parecía una lata de atún, y si llegabas siquiera a rozarlas te decían que cómo te atrevías a tocar a una dama de esa forma y te lo repetían insaciablemente. 
La peor parte del viaje fue cuando teníamos que bajar. Casi todos bajaban en la misma estación y las “damas” no eran la excepción. Las loras comenzaron a desvestirse en medio del tren y, como había empezado a hacer calor, el aroma a transpiración mezclado con un perfume de rosas barato comenzó a sentirse por todo el lugar. Al parecer las señoras no se dieron cuenta de que todo el mundo les pedía que no siguieran poniéndose perfume ya que ambas se encargaron de inundar el tren con el mismo.
Cuando por fin llegamos a destino, nos libramos de las conversaciones inapropiadas y de los aromas extravagantes de ellas. Se podía sentir el aire fresco y a lo lejos se veía cómo se alejaban rumbo quién sabe dónde, pero siempre dejando un rastro de su peculiar perfume.
Quizá hacia donde ellas vayan se encuentren con más personas de su clase o incluso peores que ellas. Cuidado señoras, seguramente se crucen por ahí otras cotorras que hablan mal de ustedes y que tengas una fragancia incluso más fuerte que el de las rosas. 

(Por Sara Cari, de 6°1°)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El gran cambio (Bautista Fusto)

Cuentos de ciencia ficción El gran cambio    24 de octubre de 2013.Buenos Aires, Argentina Día nublado. Seguramente llueva. Caminaba...