Consigna:
Escribir un cuento en intertextualidad con mitos y leyendas leídos en clase (en este caso, en relación con el género "leyenda urbana")
Una tarde hermosa, una noche horrorosa
(Cuento escrito por una alumna de 4°1°)
Era un domingo soleado y
caluroso, no recuerdo bien de qué año, creo que 1995. Caminábamos en el campo
con mi amado Jey. Era una tarde hermosa y romántica, caminamos hasta que llegó
un momento en que no sabíamos cómo volver, estábamos perdidos. Ya estaba
oscureciendo y no sabíamos qué hacer. Jey estaba asustado como yo. Decidimos
seguir caminando. En un momento nos topamos con una casa, era enorme y muy
hermosa. En ella se encontraba una pareja de ancianos. Eran buenos, nos dejaron
alojarnos allí, pero nos dijeron que
ocurrían cosas extrañas.
Con Jey nos miramos sonriéndonos
y dijimos: "¿Que podría pasar?". Cuando llegó la hora de descansar, en
la habitación que estábamos había un ropero muy grande. Me daba un poco de
miedo pero Jey logró calmarme. Ese
ropero tenía algo que no me gustaba. Jey me abrazó y rápidamente me dormí.
Cuando se hicieron las 03:00 am
comenzaron a escucharse ruidos. No le di importancia y volví a cerrar mis ojos.
Aunque no estaba muy tranquila, me sentía de alguna manera observada. La noche
fue eterna.
Se hicieron las 04:00 am, cuando
sentí que tomaron mi pie y me levantaron hacia arriba. Me desperté rápidamente y Jey no estaba conmigo, estaba
parado frente al ropero mirando hacia arriba. Me asusté, me levanté corriendo a
buscarlo. Estaba clavado allí, en ese lugar, mirando hacia arriba, no podía moverlo. De repente sentí un frío
que pasó por detrás de mí. Fui corriendo hacia la puerta y los ancianos estaban
ahorcados. No sabía qué era lo que había pasado. Comencé a gritar, estaba muy
asustada. Regresé a la habitación junto a Jey y él seguía allí, estaba inmóvil.
Decidí abrir el ropero para sacarme la duda que tenía. Cuando lo abrí se
encontraba allí una niña de blanco, con pelo largo y color negro.
Salí rápido, me dirigí para la
habitación de los ancianos. Ese cuarto estaba lleno de fotos de esa niña, era
la hija. Comencé a buscar, no sé bien exactamente lo que buscaba, pero en un
cajón encontré una carta que decía "SIENTO MUCHO HABER TOMADO ESTA DECISIÓN,
PERO ES LO MEJOR. LOS AMO. MAMÁ Y PAPÁ".
Entonces deduje que la niña era
hija de los ancianos. La niña se había suicidado y los ancianos, o sea, los
padres de la niña, jamás la habían dejado descansar en paz. Jamás la habían
dejado ir. Fue en ese momento cuando dije: "La habitación es de la niña, dentro
del ropero están sus cosas". Fui de inmediato a la habitación junto a Jey
y abrí una puerta del ropero. Dentro había como un santuario. "¡Eso
era!", dije. Los ancianos no la dejaron ir, la convocaban todo el tiempo.
Entonces, me paré frente a ella mirándola fijamente a los ojos con las manos hacia atrás. Muy
enfadada dije: "¡Ya te puedes ir, ve y descansa en paz! Y déjame a
Jey".
La niña fue desaparecido poco a poco y Jey fue
recuperando la conciencia, también poco a poco. Ya estaba amaneciendo. Finalmente
pude volver a respirar con tranquilidad. Creo que fui muy valiente.
Cuando Jey se recuperó, me abrazó
y juró jamás soltarme. Nos fuimos de esa casa y prometimos jamás volver.
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