lunes, 20 de noviembre de 2017

"La luz de Eco y el resplandor de Narciso" (cuento de Agustina Cortez)

Consigna: 
Escribir un cuento en relación intertextual con alguno de los mitos y leyendas leídos (en este caso, se escribió a partir del mito de Eco y Narciso)

"La luz de Eco y el resplandor de Narciso" (cuento de Agustina Cortez, de 4°3°)



Narciso queda huérfano a los pocos minutos de nacer, por lo que, en un acto de bondad, la luna, el sol y el viento lo acompañan a lo largo de su vida. Pero lo más interesante es que jamás lo hacen juntos.

Era la tercera mañana de la semana en la que el Sol esperaba a la Luna llegar. Nunca había sido de esta manera, siempre él se iba rápido y sin protestar, pero al oír los comentarios de la gente, quiso cambiar eso. Todos decían que la Luna era lo más hermoso que alguien alguna vez pudo haber visto, que sin pedírselo ella podía iluminar tu corazón, que enamoraba poco a poco a la naturaleza y que, sin duda, era alguien única. Ilusionado, el Sol se sentaba sobre las montañas y se pasaba así horas y horas aguardando. De todas formas, la luna jamás llegaba. En uno de esos suspiros lentos y aburridos, el Viento se le asomó.
– ¿Qué es lo que ocurre? No deberías estar aquí, la Luna ya ha de llegar.
–Sentado aquí hace horas estoy, en la espera de la Luna y su preciosidad.
–Ella no llegará hasta que tú te alejes hacia lo infinito.
Esas palabras hirieron al gran señor Sol, puesto que sus esperanzas de conocer a alguien potente como él cayeron. ¿Qué más podía hacer? Estaba claro que ambos, juntos, no podían estar. A pesar de todo, se elevó alto con la ayuda de un rugido proveniente del viento y se alejó hacia el más allá.
 Inmediatamente se asomó la Luna brillante y alegre saludando a todo ser bajo ella. Frente a sus ojos, en dirección al Ora, pasó a vuelo rápido Lirio. Llevaba en sus manos a una pequeña criatura que hace pocos días acababa de nacer, tan rosado de piel y cabello dorado tal cual sol. El viento, al verla, se desesperó, no podía dejar que la ninfa llegara al Ora sin el permiso del señor sol. Puesto que rugió tan de repente desnudando a los árboles, sorprendiendo a las aves nocturnas y haciendo caer a la pobre ninfa junto a su hijo directo al suelo. Desde ese momento, el niño quedó en manos de nadie. Solo la Luna sabe lo que realmente pasó.
Años pasaron y el pequeño, de nombre Narciso, maduró al par de una flor. Se veía con la cabeza alta llena de vigor, tan seguro de sus pasos y palabras, tan valiente y audaz para todas las tareas, pero de poca espina con las mujeres. La luna varias veces le aclaró que debía conseguir una esposa antes de llegar a su mayoría de edad, sin embargo, él no le prestó demasiada atención.
Días bellos se aproximaban y las ninfas estaban atentas a ello. Salían en comunidad a recorrer los hermosos bosques y siempre se encontraban a alguien para envolver en sus charlas interminables. Una vez, subieron hasta la más alta montaña para charlar con el Sol. Lo notaban algo distraído, veían que había días que se asomaba solo un poco o veces que ni siquiera lo hacía, realmente se preocuparon por él. Otro de esos días algo salió mal y una de las ninfas recibió una maldición. Eco era su nombre y eso todo lo decía, cada vez que hablaba con una persona tenía un problema que no podía controlar, se volvía loca y su desesperación era inexplicable. La maldición consistía en hacerle repetir lo que los otros decían, volverlos locos hasta que se cansaran de ella y ya no le dirigieran palabra alguna. Varios intentaron ayudarla, sobre todo el viento que muchas veces la alejó de personas que le harían daño si llegaba a hartarles. Sin embargo, ya nadie quería hablar con ella.
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Otro día más en que el Sol quiso esperar a la Luna. Tan cansado estaba de oír elogios y comentarios que se quedó un día más para comprobar por él mismo si todo era verdad. Aunque, como siempre, la Luna no apareció.
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Narciso salió a caminar una noche, algo cansado, recorrió gran parte del bosque con la vista de la luna por sobre él. En un momento sintió ruidos extraños detrás de él, los arbustos se movían inquietos, pero nada salía de allí. Intrigado y algo asustado preguntó:
– ¿Hay alguien ahí?
– ¡Aquí! –Respondió Eco alegre.
–No te escondas, vamos, acércate.
– ¡Acércate! –Ella otra vez.
–Quiero que estemos juntos. –La Luna, sorprendida, desde arriba soltó una bonita sonrisa: jamás había escuchado a Narciso decir algo así. Esperanzada, siguió analizando la escena.
– ¡Estemos juntos! –Repitió Eco alegre y salió de los arbustos con los brazos extendidos.
Sin embargo, Narciso dio pasos hacia atrás mientras escupía palabras que hirieron a la pobre Eco.
–Prefiero morirme antes de besarte.
– ¡Besarte! ¡Besarte! –El ruego de Eco no alcanzó, Narciso ya se había marchado.  
La Luna, decepcionada desde arriba, se alejó. ¿Qué debe tener una mujer para alcanzar el alma de Narciso?
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La despechada ninfa siguió su vida sola en las cuevas más oscuras de las montañas. Ya no comía ni bebía absolutamente nada, estaba en absoluta tristeza.
– ¿Has visto a Eco por alguna parte? –Preguntó dudoso el Sol.
– Ha desaparecido, su voz me acompaña a recorrer los bosques de vez en cuando. –Respondió el viento con tristeza.
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Por otro lado, sin importarle nada, Narciso siguió su camino alejando a cada mujer que se le acercaba. Algunas caían de tristeza, a otras no les importaba y hubo una a la que engañó con sus encantos y luego olvidó por completo. Ésta se enfadó mucho, tanto que invocó a Nemén, la diosa de la venganza. Y esta la escuchó.
La Luna, llena de amor y felicidad presente en la noche, no escuchó lo ocurrido y siguió su charla con las luciérnagas sin cesar sobre la fuente.
–Preciosa la fuente que crearon aquí, ¿alguna vez alguien la visitó? –Preguntó la Luna, y todas las respuestas fueron negativas. Jamás nadie la había visitado, pero, al parecer, esa sería una primera vez.
De lejos se asomaba Narciso. Guiado por Nemén se recostó junto a la fuente y dejó escapar un suspiro agobiado, giró sobre sí mismo y se encontró con alguien totalmente hermoso para su ser. Recibió un flechazo de amor inexplicable que ni la luna podía creer. Narciso intentó varias veces besar y abrazar al reflejo aunque le fue imposible, ya que esta se desvanecía.
La luna graciosa se despidió de las luciérnagas para darle el lugar al Sol, que al llegar se sorprendió al ver a Narciso y su estado.
–¿Está allí hace mucho?
–No mucho, pero estoy seguro de que se quedará allí por mucho tiempo. No perderá las esperanzas muy fácilmente, está loco de amor. –Respondió el viento.
Narciso rendido le reclamaba a dicho reflejo por qué no estaba con él en carne y hueso. Estaba totalmente loco, necesitaba tenerlo con él.
Luego de unos días, al fin sin fin, se dio cuenta de que era su reflejo aquella imagen, de que estaba cargado de ilusión y dolor.
Al cabo de unos días murió de tristeza y las dudas de su madre se quedaron en el aire.
Cuánta verdad contenía el Ora, cuánto poder puede tener y tendrá siempre sobre cada ser existente en la tierra.  

Dicen que en la nombrada fuente creció una flor amarilla delicada y bella, su apodo declarado era Narciso. 

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