Consigna:
Escribir un cuento en relación intertextual con alguno de los mitos y leyendas leídos (en este caso, se escribió a partir del mito de Eco y Narciso)
"La luz de Eco y el resplandor de Narciso" (cuento de Agustina Cortez, de 4°3°)
Narciso queda huérfano a los pocos minutos de nacer, por
lo que, en un acto de bondad, la luna, el sol y el viento lo acompañan a lo
largo de su vida. Pero lo más interesante es que jamás lo hacen juntos.
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Era la tercera mañana de la semana en la que el Sol esperaba
a la Luna llegar. Nunca había sido de esta manera, siempre él se iba rápido y
sin protestar, pero al oír los comentarios de la gente, quiso cambiar eso.
Todos decían que la Luna era lo más hermoso que alguien alguna vez pudo haber
visto, que sin pedírselo ella podía iluminar tu corazón, que enamoraba poco a
poco a la naturaleza y que, sin duda, era alguien única. Ilusionado, el Sol se
sentaba sobre las montañas y se pasaba así horas y horas aguardando. De todas
formas, la luna jamás llegaba. En uno de esos suspiros lentos y aburridos, el Viento
se le asomó.
– ¿Qué es lo que ocurre? No deberías estar aquí, la Luna ya
ha de llegar.
–Sentado aquí hace horas estoy, en la espera de la Luna y su
preciosidad.
–Ella no llegará hasta que tú te alejes hacia lo infinito.
Esas palabras hirieron al gran señor Sol, puesto que sus
esperanzas de conocer a alguien potente como él cayeron. ¿Qué más podía hacer?
Estaba claro que ambos, juntos, no podían estar. A pesar de todo, se elevó alto
con la ayuda de un rugido proveniente del viento y se alejó hacia el más allá.
Inmediatamente se
asomó la Luna brillante y alegre saludando a todo ser bajo ella. Frente a sus
ojos, en dirección al Ora, pasó a vuelo rápido Lirio. Llevaba en sus manos a
una pequeña criatura que hace pocos días acababa de nacer, tan rosado de piel y
cabello dorado tal cual sol. El viento, al verla, se desesperó, no podía dejar
que la ninfa llegara al Ora sin el permiso del señor sol. Puesto que rugió tan
de repente desnudando a los árboles, sorprendiendo a las aves nocturnas y
haciendo caer a la pobre ninfa junto a su hijo directo al suelo. Desde ese
momento, el niño quedó en manos de nadie. Solo la Luna sabe lo que realmente
pasó.
Años pasaron y el pequeño, de nombre Narciso, maduró al par
de una flor. Se veía con la cabeza alta llena de vigor, tan seguro de sus pasos
y palabras, tan valiente y audaz para todas las tareas, pero de poca espina con
las mujeres. La luna varias veces le aclaró que debía conseguir una esposa
antes de llegar a su mayoría de edad, sin embargo, él no le prestó demasiada
atención.
Días bellos se aproximaban y las ninfas estaban atentas a
ello. Salían en comunidad a recorrer los hermosos bosques y siempre se
encontraban a alguien para envolver en sus charlas interminables. Una vez,
subieron hasta la más alta montaña para charlar con el Sol. Lo notaban algo
distraído, veían que había días que se asomaba solo un poco o veces que ni
siquiera lo hacía, realmente se preocuparon por él. Otro de esos días algo
salió mal y una de las ninfas recibió una maldición. Eco era su nombre y eso
todo lo decía, cada vez que hablaba con una persona tenía un problema que no
podía controlar, se volvía loca y su desesperación era inexplicable. La
maldición consistía en hacerle repetir lo que los otros decían, volverlos locos
hasta que se cansaran de ella y ya no le dirigieran palabra alguna. Varios
intentaron ayudarla, sobre todo el viento que muchas veces la alejó de personas
que le harían daño si llegaba a hartarles. Sin embargo, ya nadie quería hablar
con ella.
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Otro día más en que el Sol quiso esperar a la Luna. Tan
cansado estaba de oír elogios y comentarios que se quedó un día más para
comprobar por él mismo si todo era verdad. Aunque, como siempre, la Luna no
apareció.
-
Narciso salió a caminar una noche, algo cansado, recorrió
gran parte del bosque con la vista de la luna por sobre él. En un momento
sintió ruidos extraños detrás de él, los arbustos se movían inquietos, pero
nada salía de allí. Intrigado y algo asustado preguntó:
– ¿Hay alguien ahí?
– ¡Aquí! –Respondió Eco alegre.
–No te escondas, vamos, acércate.
– ¡Acércate! –Ella otra vez.
–Quiero que estemos juntos. –La Luna, sorprendida, desde arriba
soltó una bonita sonrisa: jamás había escuchado a Narciso decir algo así.
Esperanzada, siguió analizando la escena.
– ¡Estemos juntos! –Repitió Eco alegre y salió de los
arbustos con los brazos extendidos.
Sin embargo, Narciso dio pasos hacia atrás mientras escupía
palabras que hirieron a la pobre Eco.
–Prefiero morirme antes de besarte.
– ¡Besarte! ¡Besarte! –El ruego de Eco no alcanzó, Narciso
ya se había marchado.
La Luna, decepcionada desde arriba, se alejó. ¿Qué debe
tener una mujer para alcanzar el alma de Narciso?
-
La despechada ninfa siguió su vida sola en las cuevas más
oscuras de las montañas. Ya no comía ni bebía absolutamente nada, estaba en
absoluta tristeza.
– ¿Has visto a Eco por alguna parte? –Preguntó dudoso el Sol.
– Ha desaparecido, su voz me acompaña a recorrer los bosques
de vez en cuando. –Respondió el viento con tristeza.
-
Por otro lado, sin importarle nada, Narciso siguió su camino
alejando a cada mujer que se le acercaba. Algunas caían de tristeza, a otras no
les importaba y hubo una a la que engañó con sus encantos y luego olvidó por
completo. Ésta se enfadó mucho, tanto que invocó a Nemén, la diosa de la venganza.
Y esta la escuchó.
La Luna, llena de amor y felicidad presente en la noche, no
escuchó lo ocurrido y siguió su charla con las luciérnagas sin cesar sobre la fuente.
–Preciosa la fuente que crearon aquí, ¿alguna vez alguien la
visitó? –Preguntó la Luna, y todas las respuestas fueron negativas. Jamás nadie
la había visitado, pero, al parecer, esa sería una primera vez.
De lejos se asomaba Narciso. Guiado por Nemén se recostó junto
a la fuente y dejó escapar un suspiro agobiado, giró sobre sí mismo y se
encontró con alguien totalmente hermoso para su ser. Recibió un flechazo de
amor inexplicable que ni la luna podía creer. Narciso intentó varias veces
besar y abrazar al reflejo aunque le fue imposible, ya que esta se desvanecía.
La luna graciosa se despidió de las luciérnagas para darle
el lugar al Sol, que al llegar se sorprendió al ver a Narciso y su estado.
–¿Está allí hace mucho?
–No mucho, pero estoy seguro de que se quedará allí por
mucho tiempo. No perderá las esperanzas muy fácilmente, está loco de amor. –Respondió
el viento.
Narciso rendido le reclamaba a dicho reflejo por qué no
estaba con él en carne y hueso. Estaba totalmente loco, necesitaba tenerlo con
él.
Luego de unos días, al fin sin fin, se dio cuenta de que era
su reflejo aquella imagen, de que estaba cargado de ilusión y dolor.
Al cabo de unos días murió de tristeza y las dudas de su
madre se quedaron en el aire.
Cuánta verdad contenía el Ora, cuánto poder puede tener y
tendrá siempre sobre cada ser existente en la tierra.
Dicen que en la nombrada fuente creció una flor amarilla
delicada y bella, su apodo declarado era Narciso.
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