Consigna: escribir un cuento en intertextualidad con alguno de los mitos y leyendas leídos en clase (en este caso, se escribió en relación con el mito griego del minotauro)
Una luz en el monte
(Cuento de Lucas Corvalán, de 4°1°)
Muchas veces no nos tomamos el tiempo para pensar qué hay más allá de
nuestra vida, de nuestra realidad, de lo que vemos u oímos, qué seres vivos o
espíritus nos rodean en la oscuridad.
Juan, en sus vacaciones pasadas, se encontraba en la casa de su abuela,
una pequeña casa ubicada en el medio del campo, en el medio de la nada. Pasaba
horas y horas despierto, escuchando cada susurro de la noche, que al llegar el
amanecer desaparecían como por arte de magia. Una tarde decidió ir a caminar y
se dirigió al monte. No tenía miedo, solo quería explorar. En un momento se dio
cuenta de que había perdido el rumbo, y no sabía cómo volver. Siguió caminando
hasta que cayó la noche, y al no poder regresar buscó un refugio. Era extraño,
pero no tenía miedo.
Por un momento logró conciliar el sueño, hasta que de pronto un ruido lo
despertó. No podía ver nada, ya que la copa de los árboles tapaba la luz de la
luna; solo podía oír una respiración fuerte y agitada, tan cerca que podía sentir
el calor de su aliento. Giró su cabeza y solo logró ver un par de ojos rojos en
medio de la oscuridad. De pronto vio cómo los ojos se elevaban, como si el
cuerpo de aquella criatura se hubiera incorporado. No podía moverse, no sentía
temor, pero la sorpresa lo dejó inmóvil. En un momento, el cuerpo de la
criatura se rodeó de luz. Era extraño, tenía el cuerpo de hombre y cabeza de
toro, pero de tamaño excepcional; no era agresivo. Solo caminó unos pasos y miró
hacia atrás, volvió a caminar y volvió a mirar, como esperando que Juan lo siguiera.
Él comenzó a seguirlo, caminaron y caminaron, la criatura no emitió sonido
alguno, solo irradiaba luz.
En un momento, entre la maleza se divisó una pequeña luz y la criatura,
que le doblaba la altura, comenzó a desvanecer su luz y desapareció en la oscuridad.
Al salir del monte, Juan reconoció el umbral de la casa y la luz era una vela
en la mano de su abuela que lo esperaba preocupada. Jamás se atrevió a contar
su experiencia. Hasta ahora. Porque...Juan...
…soy yo.
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